domingo, 6 de septiembre de 2009

Caritas in veritate - Benedicto XVI

Resumen

Enrique de Mestral


1. Todos los hombres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica; amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque son la vocacion que Dios ha puesto en el corazón, en la mente de cada ser humano.
59. En todas las culturas se dan singulares y múltiples convergencias éticas, expresiones de una misma naturaleza humana, querida por el Creador, y que la sabiduria ética de la humanidad llama ley natural.
30. Las exigencias del amor no contradicen las de la razón. El saber humano es insuficiente y las conclusiones de las ciencias no podrán indicar por si solas la via hacia el desarrollo integral del hombre.
31. Esto significa que la valoraciàon moral y la investigacion científica deben crecer juntas.
La excesiva sectorización del saber, al cerrarse de las ciencias humanas y a la metafísica, las dificultades del diálogo entre las ciencias y la teología, no sólo dañan el desarrollo del saber, sino también el desarrollo de los pueblos, pues, cuando eso ocurre, se obstaculiza la vision de todo el bien del hombre en las diferentes diimensiones que lo caracterizan.
5. El origen de la caridad es el amor que brota del Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo. La Doctrina Social de la Iglesia responde a esta dinámica de caridad recibida y ofrecida.
6. La justicia es la primera vía de la caridad, su medida mínima. La caridad va más allá de la justicia.
39. El mercado de la gratuidad no existe y las actitudes gratuitas no se pueden prescribir por ley. Sin embargo, tanto el mercado como la política tienen necesidad de personas abiertas al don recíproco.
8. El anuncio de Cristo es el primero y principal factor de desarrollo.
18. El Evangelio es el factor fundamental del desarrollo. La finalidad suprema del desarrollo personal es humanismo transcendental, que da al hombre su mayor plenitud.
19. La falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos es la causa del subdesarrollo.
21. El desarrollo: salir del hambre, la miseria, las enfermedades endémicas, y el analfabetismo. Debe producir un crecimiento real, extensible a todos y concretamente sostenible.
28. En los países económicamente más desarrollados, las legislaciones contrarias a la vida están muy extendidas y han condicionado ya las costumbres y la praxis, contribuyendo a difundir una mentalidad antinatalista, que muchas veces se trata de trasmitir también a otros estados como si fuera un progreso cultural.
Algunas organizaciones no gubernamentales, además, difunden el aborto, promoviendo a veces en los países pobres la adopción de la práctica de la esterilización, incluso en mujeres a quienes no se pide su consentimiento. Por añadidura, existe la sospecha fundada de que, en ocasiones, las ayudas al desarrollo se condicionan a determinadas políticas sanitarias, que implican de hecho la imposición de un fuerte control de la natalidad. Preocupan también tanto las legislaciones que aceptan la eutanasia como las presiones de grupos nacionales e internacionales que reivindican su reconocimiento juridico.
33. La globalización: estallido de la interdependencia planetaria. Habría que orientarla a la civilización del amor, de la cual Dios ha puesto la semilla en cada pueblo y en cada cultura. Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres.
42. A pesar de algunos aspectos estructurales innegables, pero que no se deben absolutizar, la globalizacion no es a priori, ni buena ni mala. Será lo que la gente haga de ella. Debemos ser sus protagonistas, no las víctimas, procediendo razonablemente, guiados por la caridad y la verdad..., de modo que la redistribución de la riqueza no comporte una redistribución de la pobreza. Su meta debe ser una humanización solidaria.
43. Se aprecia con frecuencia una relación entre la reivindicación del derecho a lo superfluo, e incluso a la transgresión y al vicio en las sociedades opulentas, y la carencia de comida, agua potable, instrucción básica, o cuidados sanitarios elementales en ciertas regiones del mundo subdesarrollado y también en la periferia de las grandes ciudades.
La exacerbación de los derechos conduce al olvido de los deberes. Los deberes delimitan los derechos, porque remiten a un marco antropológico y ético en cuya verdad se insertan también los derechos y así dejan de ser arbitrarios. Por este motivo, los deberes refuerzan los derechos y reclaman que se los defienda y promueva como un compromiso al servicio del bien. En cambio, si los derechos del hombre se fundamentan sólo en las deliberaciones de una asamblea de ciudadanos, pueden ser cambiados en cualquier momento y, consiguientemente, se relaja en la conciencia común el deber de respetarlos y tratar de conseguirlos. Los gobiernos y los organismos internacionales pueden olvidar entonces la objetividad y la cualidad de «no disponibles» de los derechos. Cuando esto sucede, se pone en peligro el verdadero desarrollo de los pueblos. Comportamientos como éstos comprometen la autoridad moral de los organismos internacionales, sobre todo a los ojos de los países más necesitados de desarrollo. En efecto, éstos exigen que la comunidad internacional asuma como un deber ayudarles a ser «artífices de su destino», es decir, a que asuman a su vez deberes. Compartir los deberes recíprocos moviliza mucho más que la mera reivindicación de derechos.
44. La concepción de los derechos y de los deberes respecto al desarrollo debe tener también en cuenta los problemas relacionados con el crecimiento demográfico. Es un aspecto muy importante del verdadero desarrollo, porque afecta a los valores irrenunciables de la vida y de la familia. No es correcto considerar el aumento de población como la primera causa del subdesarrollo, incluso desde el punto de vista económico: baste pensar, por un lado, en la notable disminución de la mortalidad infantil y al aumento de la edad media que se produce en los países económicamente desarrollados y, por otra, en los signos de crisis que se perciben en la sociedades en las que se constata una preocupante disminución de la natalidad. Obviamente, se ha de seguir prestando la debida atención a una procreación responsable que, por lo demás, es una contribución efectiva al desarrollo humano integral. La Iglesia, que se interesa por el verdadero desarrollo del hombre, exhorta a éste a que respete los valores humanos también en el ejercicio de la sexualidad: ésta no puede quedar reducida a un mero hecho hedonista y lúdico, del mismo modo que la educación sexual no se puede limitar a una instrucción técnica, con la única preocupación de proteger a los interesados de eventuales contagios o del «riesgo» de procrear. Esto equivaldría a empobrecer y descuidar el significado profundo de la sexualidad, que debe ser en cambio reconocido y asumido con responsabilidad por la persona y la comunidad. En efecto, la responsabilidad evita tanto que se considere la sexualidad como una simple fuente de placer, como que se regule con políticas de planificación forzada de la natalidad. En ambos casos se trata de concepciones y políticas materialistas, en las que las personas acaban padeciendo diversas formas de violencia. Frente a todo esto, se debe resaltar la competencia primordial que en este campo tienen las familias.
45. Mucho depende del sistema moral de referencia.
47. En las iniciativas para el desarrollo debe quedar a salvo el principio de la centralidad de la persona humana.
48. Es contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como más importane que la persona humana misma.
51. La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación. Debe proteger sobre todo al hombre contra la destruccion de si mismo.
Es una grave antinomia de la mentalidad y de la praxis actual, que envilece a la persona, trastorna el ambiente y daña a la sociedad.
Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecologia humana y con ello de la ecologia ambiental.
67. Una autoridad política mundial que debe comprometerse con un auténtico desarrollo humano. Deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiariedad y de solidaridad y estar ordenada a la realización del bien común.
69. En la técnica se manifiesta el dominio del espíritu sobre la materia. Ella es el aspecto objetivo del actuar humano.
70. Pero puede tener un rostro ambiguo. Puede entenderse como elemento de una libertad absoluta.
74. La bioética es un campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral, y en el que está en juego la posibilidad de un desarrollo humano e integral. Este es un ámbito muy delicado y decisivo, donde se plantea con toda su fuerza dramática la cuestión fundamental: si el hombre es un producto de sí mismo o si depende de Dios. Los descubrimientos científicos en este campo y las posibilidades de una intervención técnica han crecido tanto que parecen imponer la elección entre estos dos tipos de razón: una razón abierta a la trascendencia o una razón encerrada en la inmanencia.
75. Puede manifestarse en un absolutismo dictando el modo de concebir, manipulando la vida en la FIVET, la investigación con embriones, la clonación, la hibridación. A la plaga del aborto podría sumarse una sistemática planificación eugenésica y una mentalidad eutanásica. Detrás de estos escenarios hay planteamientos culturales que niegan la dignidad humana.
77. El absolutismo de la técnica tiende a producir una incapacidad de percibir todo aquello que no se explica con la pura materia.
78. Sin mí nada podéis hacer Jn 15, 5.

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